La brecha laboral sigue siendo muy alta, pero la agenda y las reivindicaciones feministas se han ampliado y han cambiado, abriéndose una nueva etapa de avance en políticas públicas.
Como cada año, el 8 de marzo es una fecha clave para la agenda feminista, y hoy nos encuentra en un contexto de enorme complejidad por la extensión y duración de la pandemia de Covid-19 y de sus efectos regresivos, pero no por ello menos desafiante para los objetivos de ampliación de derechos que tenemos por delante. Si volvemos la mirada a un año atrás, la realidad de la agenda y necesitan feministas públicas se han ampliado y han cambiado, abriéndose una nueva etapa de avance en políticas.
En primer lugar, la creación del Ministerio de las Mujeres, Géneros y Diversidad de Nación a cargo de la ministra Elizabeth Gómez Alcorta , es un hito fundamental que debe ser reconocido como tal, ya que significa no sólo la institucionalización de las demandas del colectivo feminista sino también la cristalización de las mismas en políticas de Estado. Al interior del Ministerio se han creado la Secretaría de Políticas de Igualdad y Diversidad, la Secretaría de Políticas contra la Violencia por Razones de Género y la Subsecretaría de Formación, Investigación y Políticas Culturales para la Igualdad, las cuales tienen como principal objetivo la reducción de brechas entre los géneros y la lucha contra todas las formas de violencia machista en Argentina.
La decisión política de trabajar por la transversalización de la perspectiva de género en las políticas públicas en diversas estructuras del Estado Nacional se materializó en la creación e incorporación de áreas de trabajo específicas y direcciones al interior de diversos organismos del Sector Público Nacional, como por ejemplo la Dirección Nacional de Economía y Género del Ministerio de Economía, la Secretaría de Derechos Humanos, Gerontología Comunitaria, Género y Políticas de Cuidado del PAMI, la Dirección de la Mujer y Asuntos de Género de la Cancillería y la Coordinación de Género y Diversidad de Aerolíneas Argentinas, entre otros. Esta política pública de géneros también se hizo realidad a nivel provincial con la creación del Ministerio de Mujeres, Políticas de Género y Diversidad Sexual de Provincia de Buenos Aires a cargo de Estela Díaz.
En esta misma línea, durante el año que pasó también se llevó adelante la capacitación obligatoria en género y violencia de género para todas las personas que se desempeñan en la función pública, en los poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial de la Nación, de acuerdo a lo estipulado por la Ley Micaela (N° 27.499). A su vez, se adhirieron a la misma todas las provincias, aproximadamente 500 municipios, así como distintas empresas públicas o mixtas.
Otro de los sucesos que han tenido lugar durante este primer año de gestión en materia de conquistas feministas radica en que el 15 de diciembre de 2020, el Congreso de la Nación aprobó la ratificación del Convenio 190 de la OIT, mediante la Ley N° 27.580, que dicta la Eliminación de la Violencia y el Acoso en el Mundo del Trabajo. Su principal objetivo reside en hacer cumplir el derecho de toda persona a un ambiente de trabajo libre de violencia y acoso, entre ellos la violencia y el acoso por razón de género.
En noviembre de 2020, se aprobó la Ley de Presupuesto 2021, el primer presupuesto con perspectiva de género y diversidad. Esto implica que es el primer año que el presupuesto nacional tiene entre sus objetivos centrales reducir las brechas de género a partir de las políticas públicas transversales estipuladas.
Estos avances e implementaciones en materia de política pública e incorporación de legislación en relación a los derechos para las mujeres y otros géneros que se fueron materializando a lo largo del 2020, culminaron en la aprobación de la Ley 27.610 de Acceso a la Interrupción Voluntaria del Embarazo, una conquista fundamental e histórica en la lucha por los derechos de las mujeres y otras identidades.
Es necesario resaltar que, durante un año atravesado por una pandemia global, pasó al centro de la escena la discusión sobre los cuidados, ya que los mismos tomaron, aún más, un rol protagónico en la vida cotidiana de las personas y, sobre todo, de las mujeres. Frente a la imposibilidad de acceder a los servicios de cuidados habituales, el ejercicio del teletrabajo y la virtualidad de la escolaridad impuestos por la situación de Aislamiento Social Preventivo y Obligatorio (ASPO), quedó en evidencia de manera sumamente tangible la relevancia de los cuidados en la vida diaria. De la misma manera, se visibilizó la inequidad de género que existe históricamente en la distribución de dichas tareas.
– Aborto Legal Seguro y Gratuito: una conquista histórica del movimiento feminista
El 24 de enero de 2021 entró en vigencia la Ley N° 27.610, Ley de Acceso a la Interrupción Voluntaria del Embarazo, la cual fue aprobada tras una jornada histórica para el movimiento y lucha feminista, el día 30 de diciembre de 2020.
Esta conquista constituye un avance histórico en materia de derechos para las personas gestantes, que no sólo contribuye a fortalecer la autonomía de las mujeres y diversidades sobre sus cuerpos, sino que viene a saldar una deuda histórica en materia de acceso a la salud.
– Agravamiento de las brechas de género en pandemia
Durante el 2020, la rápida extensión de la pandemia, provocó un escenario de creciente profundización de la crisis económica que incidió de forma directa sobre la dinámica habitual del mercado laboral.
De acuerdo a la Encuesta Permanente de Hogares (EPH) , en el segundo trimestre de 2020, la tasa de desocupación alcanzó el 13,1% y mostró un aumento de 2,7 p.p. frente al primer trimestre y de 2,5 p.p. con relación al segundo trimestre del año anterior. Comparando los segundos trimestres entre 2015 y 2019 la tasa de desocupación se incrementó 6,6 p.p pasando de 6,5% a 13,1%.
El incremento de la tasa de desocupación se vio influenciado tanto por el aumento del número de personas que no accedieron a un trabajo, como por la reducción de la población económicamente activa total. Si bien la tasa de desocupación, en particular, se incrementa en todos los grupos de género y edad, se destaca la existencia de una heterogénea disparidad en el caso que comprende al universo de mujeres.
Por su parte, las mujeres, cuya inserción en el mercado laboral determina mayor desempleo estructural, llegaron a tener una tasa de dos dígitos (11,2%) en el segundo trimestre de 2019. Para el segundo trimestre de 2020, caracterizado por pleno contexto de ASPO, esta cifra se incrementó: las mujeres alcanzaron una tasa de desempleo de 13,5%.
La feminización de ciertas actividades asociadas a las tareas de reproducción y cuidado, la falta de reparto equitativo al interior de los hogares y la creciente demanda para cimentar un sistema de cuidados que descomprima la responsabilidad en cabeza de las mujeres, son interpretadas como variables que inciden de forma directa en el acceso restringido de las mujeres al mercado laboral.
Actualmente, una de cada dos trabajadoras con empleo no registrado se inserta en el trabajo doméstico. Se trata de una actividad feminizada casi completamente, donde el 98% son mujeres. En este rubro, la diferencia entre formalidad e informalidad es determinante: entre las empleadas domésticas formalizadas, el 26% son pobres, mientras que entre las empleadas domésticas no registradas el porcentaje asciende al 48%.
– Brecha salarial entre varones y mujeres
La relación entre los niveles de ingresos de las mujeres y de los varones es un indicador síntesis de la brecha salarial de género y expresa tanto el grado en que las mujeres acceden al mercado de trabajo como los niveles monetarios que obtienen en comparación a los varones. Los datos muestran que, incluso en el universo del empleo registrado, prevalecen elevadas brechas salariales de género. Se trata de un fenómeno persistente.
Al observar, la brecha de ingresos de la ocupación principal en términos de largo plazo es factible identificar una disminución de 11 puntos porcentuales, pasando del 33% al 22% en el periodo 2004-2015, reflejando una contundente disminución durante los primeros años y un relativo estancamiento en la caída de la segunda mitad. De este modo, esta evolución se explica por la mejora de los indicadores macroeconómicos y particularmente aquellos asociados al mercado de trabajo.
Para el segundo trimestre de 2019, al considerar los ingresos de la ocupación principal, es decir, aquellos compuestos por la principal actividad laboral, la brecha se encuentra en el 28%. Dicho de otro modo, la masa salarial de los varones en los 31 aglomerados urbanos de Argentina es 28% mayor en comparación con la masa salarial de las mujeres.
Sin embargo, aun cuando se consideran los ingresos personales, es decir, aquellos compuestos por la totalidad de los ingresos de una persona (ingresos laborales de la ocupación principal y secundaria e ingresos no laborales, como por ejemplo jubilaciones, pensiones, renta, cuota por alimentos, entre otros), la brecha entre varones y mujeres se ubica en el 28%. Es decir, que los varones perciben ingresos personales un 28% mayores que las mujeres.
– El reparto desigual de los cuidados en pandemia
La declaración del Aislamiento Social, Preventivo y Obligatorio en todo el territorio nacional por el Poder Ejecutivo Nacional, hace aproximadamente un año atrás, trajo aparejada nuevas dinámicas de reparto, sociabilidad y desarrollo de las tareas de trabajo no remunerado. Distintos análisis – como los que sostiene Dora Barrancos- postulan la existencia de un importante retroceso para las mujeres y femineidades, producto de un retorno forzado al hogar que reforzó una lógica de responsabilización del cuidado en cabeza de mujeres.
También se redujeron fuertemente las tasas de participación de las mujeres en el mercado de trabajo formal. De acuerdo a la CEPAL, la pandemia generó un retroceso de más de una década en los niveles de participación laboral de las mujeres en la región:
“La tasa de participación laboral de las mujeres se situó en 46% en 2020, mientras que la de los hombres en 69% (en 2019 alcanzaron un 52% y un 73,6%, respectivamente). Se calcula, además, que la tasa de desocupación de las mujeres llegó al 12% en 2020, porcentaje que se eleva al 22,2% si se asume la misma tasa de participación laboral de las mujeres de 2019. En 2020, explica el estudio, se registró una contundente salida de mujeres de la fuerza laboral, quienes, por tener que atender las demandas de cuidados en sus hogares, no retomaron la búsqueda de empleo” (5).
En Argentina los datos de la EPH también dan cuenta de una caída en la participación de las mujeres en el mercado de trabajo: en el segundo trimestre del 2019 la tasa de actividad de mujeres de 30 a 64 era de 69,2%, mientras que al segundo trimestre de 2020 el indicador muestra una caída de 11,3 p.p. (de 69,2% al 57,9%).
Desde el Observatorio de Géneros del CEPA se llevó adelante en la primera semana de julio de 2020 una encuesta sobre el impacto de la pandemia en los hogares: un enfoque desde los cuidados” para conocer el impacto económico de la pandemia y aislamiento social en los hogares argentinos.
Los resultados de la encuesta se basan en el análisis de 1.477 casos de personas habitantes del AMBA, y dicha muestra responde a las categorías binarias hombre/mujer. El 52% de las personas que respondieron la misma, se identifican como mujeres y el restante 48% como hombres.
De los encuestados/as el 82,6% respondió haber aumentado el tiempo dedicado al trabajo no remunerado (TNR) en al menos una de las actividades incluidas en la encuesta. De este porcentaje un 70% son mujeres, mientras un 30% son hombres. Sin embargo, cuando se observa en particular el promedio de horas dedicadas al trabajo no remunerado, la brecha crece.
Las mujeres que respondieron la encuesta manifestaron que antes del ASPO destinaban, en promedio, 6,9 horas diarias al total de trabajo no remunerado, mientras que los hombres respondieron que dedicaban 5,0 horas diarias a estas actividades. Durante el ASPO, la cantidad de horas que dedicaron las mujeres, en promedio, aumentó un 70,7%, a 11,8 horas diarias. Análogamente los hombres contestaron que dedicaron 7,9 horas promedio por día, representando así un incremento de 60,4%.
De esta manera, durante el ASPO se profundizó la brecha que ya se registraba entre la cantidad de horas que dedican los hombres y las mujeres al trabajo no remunerado. Esta brecha creció a 3,9 horas diarias promedio entre hombres y mujeres, lo cual implica un incremento del 97%.
Un factor que requiere atención para el análisis del impacto del ASPO en la distribución de horas dedicadas a los trabajos de cuidados, es el trabajo a distancia o “teletrabajo”. Del total de personas que respondieron la encuesta, el 86% afirmó que durante el ASPO se encuentra realizando teletrabajo. De ese porcentaje el 71% son mujeres y el 29% son hombres.
Estos resultados muestran, además, que en el universo de las personas que se encuentran trabajando bajo la modalidad a distancia, la brecha entre hombres y mujeres respecto del tiempo que le dedican a las tareas domésticas, de cuidados y de apoyo escolar, se incrementa respecto del total de la muestra. En este universo, dicha brecha durante el ASPO se incrementó en 122%, pasando de una diferencia de 2,07 horas a una de 4,58. Esto se explica también porque el incremento de horas que destinan las mujeres a estas tareas se monta sobre un piso más alto de tareas que el de los hombres.
Sin embargo, aunque el incremento fue contundente tanto para hombres como para mujeres, la carga sigue siendo mayor para las mujeres, ya que en los hogares donde hay menores a cargo, las mujeres dedican 7,26 horas más que los hombres en este tipo de tareas y esta brecha se ha incrementado un 100% durante el ASPO. Con anterioridad al aislamiento, esta diferencia era de 3,63 horas.
El teletrabajo reforzó aún más la concentración de la responsabilidad del cuidado en las mujeres. Esta brecha aumenta si al escenario se suma la variable de trabajo a distancia, ya que la misma asciende al 121%. Las mujeres que se encuentran trabajando bajo la modalidad de teletrabajo y que manifiestan tener menores a cargo, durante el ASPO, dedicaron en promedio, 8,87 horas más que los hombres en las tareas domésticas, de cuidado y de apoyo escolar (antes del ASPO esta brecha era de 4 horas).