En el primer trimestre de 2020 los fondos abiertos sustentables a nivel global captaron inversiones por u$s40.500 millones, un aumento de 41% interanual.
El Desarrollo Sostenible (o Sustentable, según donde se defina), se debe construir a partir del accionar y la dinámica de los sectores que componen la comunidad, público, privado y sociedad civil, en función del cumplimiento de su rol y a partir de su compromiso. Cada uno de éstos debe perseguir un bien común, implicando que cada actor social asuma su lugar con responsabilidad e internalizando la necesidad de respetar al otro, algo que a priori, resultaría sencillo y razonable pero que la realidad nos indica que no lo es tanto.
Si nos referimos al Estado, es imprescindible situarlo como garante de la sustentabilidad ambiental, dado que es el responsable, incluso constitucional, de que podamos vivir en un ambiente sano y para ello, debe regular las actividades sociales y económicas, preservar y fomentar el uso racional de los recursos naturales, como también informarnos y educarnos.
Para dimensionar su efecto, si repasamos las políticas y acciones de los últimos años, nos encontramos que el mayor aporte de nuestro país en materia de cuidado ambiental se dio a partir del aumento de las tarifas de los servicios públicos, que nos obligó a ser sustentables para reducir el costo de nuestro consumo.
En suma, es fundamental ampliar ese rol, y que se constituya como un facilitador de condiciones para que, en conjunto con el sector privado y la sociedad civil, se modifiquen las matrices de producción, consumo, transporte y energía, cuatro factores imprescindibles en nuestra estrategia de país para encarar esta transformación.
En lo que respecta al Mercado, es necesario observar las señales existentes a nivel mundial para comprender que la sustentabilidad ocupará un lugar de estandarte y no exclusivamente de imagen. Entre algunas de ellas, las posibilidades de exportar se verán afectadas si nuestros procesos de producción y generación de riqueza no contemplan los impactos ambientales como las emisiones derivadas.
Es difícil ignorar el hecho que, según cifras arrojadas por BlackRock, el fondo de inversión más grande del mundo, en el primer trimestre de 2020 los fondos abiertos sustentables a nivel global (fondos mutuos y fondos que cotizan en bolsa) captaron nuevas inversiones por u$s40.500 millones en nuevos activos, un aumento de 41% interanual.
Nuestra industria tiene por delante el gran desafío de reconvertirse, abandonando la idea de que ser sustentable es un gasto, y entender que se trata de una inversión y que representa un beneficio que también se traducirá en ganancias económicas.
Y finalmente, todo esto funciona desde nosotros como ciudadanos consumidores, que cada día estamos más dispuestos a elegir productos y dirigentes que entre sus atributos no sólo ostenten el valor económico o político, sino también incorporen la dimensión del impacto social y la sostenibilidad ambiental asociada; un concepto ya adquirido principalmente por los jóvenes.
Este ejercicio social, surge como eje articulador del Desarrollo Sustentable, ya que aunque no lo valoremos, detentamos un enorme poder individual de transformación (sea como consumidor o ciudadano) y en consecuencia, premiamos o castigamos las prácticas según correspondan al ámbito público o privado.
Con el objetivo de compartir conocimientos y experiencias sobre la temática, la Facultad de Ciencias Económicas realiza diversas actividades virtuales a través de sus Instagram y Youtube (@fceuba, @ceceubanuevoespacio, @marceloacorti, entre otros).
(*) Director Ejecutivo del Centro de Desarrollo Sustentable GEO de la FCE de la UBA.