Durante casi dos décadas, ejerció violencia de género sobre quien era su esposa y hasta mostró desprecio por sus pequeñas hijas, a quienes ahora habría asesinado brutalmente. Beatriz Zimmermann y Tomás Gimeno comenzaron una historia en común cuando ambos eran adolescentes, ella con 15 y él con 17 años, y casi dos décadas más tarde todo terminó en separación y luego en tragedia, con crímenes inconcebibles.
Ambos provienen de familias adineradas en un entorno acotado, una isla como Tenerife, donde compartían el ambiente de los clubes náuticos, las canchas de tenis, los campos de golf y las fincas de bananas y cactus que poseían sus dos familias. Parecían felices, pero durante el matrimonio Tomás exhibió su lado oscuro: solía mostrar un profundo desprecio por quien era todavía su esposa y hasta por sus propias hijas. Las situaciones de violencia se sucedían y en el verano boreal de 2020, Beatriz decidió separarse.
Resolvió dejarlo apenas después de que le descubriera una nueva infidelidad, otra de tantas, cuando ella estaba embarazada de la segunda hija de la pareja, Anna, quien ahora tiene apenas 1 año y es buscada intensamente, aunque se presume el peor de los desenlaces.
Poco después, Beatriz comenzó a verse con un empresario belga, llamado Eric, de 60 años, con quien buscaba rehacer su vida tras años de maltratos, engaños y violencia doméstica. Lo conoció cuando Tomás le vendió un predio.
Pero Gimeno no aceptó la relación: “No quiero que ese viejo cuide a mis hijas”, le había dicho a su ex, según consta en el expediente. Y los celos se desbocaron: el 30 de agosto de 2020 atacó en un estacionamiento a la nueva pareja de su ex, lo golpeó con un palo, y lo mismo hizo con la madre de sus hijas.
Meses después de aquel primer incidente, el sujeto insultó gravemente a Beatriz pero ella tampoco lo denunció. No quería enemistarse. «Es un buen padre», solía argumentar sobre quien hoy es el principal sospechoso del doble homicidio de sus propias hijas.
Beatriz residía con Eric. Tomás lo hacía en la finca en la que vivieron sus últimos años de relación, a 15 minutos al sur de Santa Cruz de Tenerife; donde, presumiblemente, sedó y asfixió a los dos nenas, las metió en bolsas y luego las arrojó al mar. Hasta ahora, solo el cuerpo de Olivia, de 6 años, fue hallado.
Según creen los investigadores, mató a las nenas en su casa, las envolvió en toallas, las introdujo en bolsas de basura y luego en bolsas de deporte que fueron halladas el jueves a 1.000 metros de profundidad. En una de ellas estaba el cuerpo de Olivia, de 6 años.
De acuerdo a los datos recabados, los crímenes se habrían producido entre las 20 y las 20.50 del 27 de abril. Minutos antes, la madre de las nenas recibió un mensaje de Tomás a través de un audio con la voz de Olivia en la que le pedía que a las 21 horas fuera a buscar unos cuadros su casa y que metiera el coche. Algo que hizo Beatriz pero, a su llegada, encontró que no había nadie.
Tras llamar a Tomás, el hombre le dijo que se iban a comer por ahí y que después le dejaba a las pequeñas en casa. Pero las nenas ya estaban muertas. Un rato después, la llamó para decirla que “ya estaba fuera de la isla con las niñas”.
Y a las 21.59 le advirtió que “ya no iba a verlas más, que se iba con ellas y que iba a empezar una nueva vida”. A las 22.30 y 22.40, ya en el cuartel de la Guardia Civil, Beatriz Zimmerman lo vuelve a llamar y él da la misma respuesta. a pesar de que llegó a intervenir un agente en la conversación.
Así, los investigadores policiales que Gimeno buscó provocar a su ex “el mayor dolor que pudo imaginar” al colocarla “de forma deliberada” en la incertidumbre acerca del destino de sus hijas, al hacerle creer que se había fugado con ellas y que estaban vivas. Lo que no era cierto.