Estudian cómo se amplió la distribución del mosquito responsable
del dengue.
Darío Vezzani, investigador del CONICET y doctor en Ciencias
Biológicas, estudia diversas especies de mosquitos de importancia médica
y veterinaria. Analiza cómo se amplió la distribución del Aedes aegypti,
vector del dengue, a lo largo de estos años, la importancia de políticas para
combatirlo no sólo en el verano y las contraindicaciones de utilizar
fumigaciones de forma indiscriminada.
Erradicado durante la década de 1960 pero vuelto a resurgir e instalarse rápidamente desde fines de los ’80, el Aedes
aegypti, mosquito responsable de transmitir el dengue y otras enfermedades, se volvió
una enorme problemática a resolver por su impacto sanitario en la región. El tema
también cobró relevancia dentro de la comunidad científica.
“Todo lo vinculado al dengue y al control del mosquito debe trabajarse de forma
constante durante todo el año, y no sólo en los momentos donde hay una epidemia
nacional y con un elevado nivel de transmisión del virus. Esto implica que en invierno
también se pueden realizar muchas actividades para combatirlo y para poder prevenir y,
por supuesto, después reforzar con las campañas de información e iniciativas en
verano”, resaltó Darío Vezzani, investigador independiente del CONICET y doctor en
Ciencias Biológicas, quien viene estudiando al Aedes aegypti desde hace más de 20
años.
Vezzani es integrante del Instituto Multidisciplinario sobre Ecosistemas y Desarrollo
Sustentable, entidad multidisciplinaria que tiene doble dependencia: la Universidad
Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires (UNICEN) y la Comisión de
Investigaciones Científicas de la Provincia de Buenos Aires (CIC). Actualmente, el
investigador lleva a cabo varias líneas de estudio vinculadas a ecología de mosquitos de
importancia médica y veterinaria, tanto en el Instituto de la UNICEN-CIC como en
colaboración con colegas de otras universidades e institutos.
Una de sus líneas de investigación tiene que ver con cómo se ha distribuido
geográficamente el Aedes aegypti en el último tiempo. En Tandil en particular, localidad
bonaerense donde Vezzani está instalado desde hace cinco años, encontraron en 2019
que el Aedes aegypti está instalado en toda la zona céntrica.
“A partir de una foto de un mosquito que le llegó al director de Bromatología del
partido, Federico Sánchez Chopa, y que resultó ser de un Aedes, se decidió capacitar al
personal del servicio para que instalaran ovitrampas -trampas para los huevos del
mosquito- en sus jardines, terrazas y patios. A partir de los análisis de esas muestras
pudimos comprobar que había una población establecida en Tandil. A eso se le sumó,
luego, el material fotográfico que empezaron a enviar los ciudadanos”, relató el
investigador.
Por el momento, la localidad no cuenta con casos autóctonos, es decir, personas con
dengue que no se hayan movido de Tandil. Para Vezzani, sin embargo, se trata
solamente de una cuestión de tiempo, por cómo se fue ampliando la distribución del
mosquito en el último tiempo.
“A nivel epidemiológico, los estudios de casos vienen demostrando que los casos de
dengue se van ampliando, con un corrimiento hacia el oeste y hacia el sur del país. Lo
mismo sucede en la Provincia de Buenos Aires. En 2020, por ejemplo, hubo casos
autóctonos en Saladillo, a 200 kilómetros de Tandil”, alertó.
En esa línea, el doctor en Biología señaló que, en el último tiempo, “hubo transmisión
autóctona en San Luis, Mendoza y San Juan, donde nunca había habido dengue. Lo
mismo está pasando en algunas localidades del centro y sur de la provincia de Buenos
Aires. Ya se han encontrado poblaciones del mosquito en Bahía Blanca, San Antonio
Oeste y Neuquén”.
Respecto al factor de la temperatura, Vezzani detalló que “en ningún lugar del país
tenemos transmisión del virus durante todo el año, a lo sumo en algunos lugares del
norte podés encontrar al mosquito o a las larvas reproduciéndose todo el año. A medida
que bajas hacia el sur, las temperaturas de invierno cortan el ciclo”.
En este sentido, el investigador del CONICET explicó que, a partir de esas bajas
temperaturas, la masa de población de mosquitos no se encuentra en forma de adulto ni
larva. “Pero sí se puede encontrar, dependiendo las condiciones ambientales, bancos de
huevos acumulados en recipientes, como canaletas, rejillas, neumáticos abandonados o
floreros en cementerios. De esos huevos, sólo una parte sobrevivirá y empezará su ciclo
cuando llegue el calor. Por eso se vuelven tan importantes las acciones también en
invierno”, agregó.
Sobre la utilización de venenos para reducir las poblaciones del Aedes, Vezzani alertó
que los mismos, mal usados, pueden resultar contraproducentes en la prevención del
dengue. “El Aedes es un mosquito muy domiciliario, está en el patio de las casas, al
fondo de las gomerías, por lo que pasar con esos camiones que lanzan veneno desde la
calle no es efectivo porque no llega a ellos”, consideró.
Asimismo, el investigador explicó que, al utilizar los venenos permitidos de forma
constante, el Aedes empieza a generar una resistencia. “La población que va quedando
es la resistente al veneno, por lo que, luego de varios años, lo que se obtiene es una
población que se vuelve totalmente invulnerable y el veneno deja de ser eficiente. Por lo
que se recomienda que la fumigación se guarde como herramienta fundamental para los
momentos de epidemia, para cortar la circulación del virus”, apuntó.
Matemática para predecir y ayudar
Otra de las líneas de investigación en relación a los mosquitos es una tesis doctoral
llevada a cabo por Alejandra Gallego, que Vezzani codirige junto a la matemática
Verónica Simoy, también investigadora del CONICET, donde estudian especies de
mosquitos de inundación, principalmente el Aedes albifasciatus.
“En algunos momentos del año, muy particulares, se dan lluvias muy abundantes que
dejan charcos enormes en plazas y demás espacios públicos. Esos charcos son el hábitat
de estas especies y, si la temperatura lo permite, hay una eclosión sincronizada que
genera nubes enormes de mosquitos. Son dos o tres días en los que no es posible estar y,
lo que la gente suele pedir es que se fumigue”, explicó Vezzani.
El trabajo de este proyecto incluye un monitoreo de larvas en los charcos y mosquitos
adultos en los parques, y buscan desarrollar un modelo matemático que pueda predecir,
a partir de factores como la lluvia, la temperatura y el viento, en qué momento se van a
dar estos sucesos que generan una eclosión masiva de mosquitos y molestias a los
vecinos.
“Estas especies que estudiamos -en total son cinco, pero hay dos que tienen mayor
abundancia- son vectores de enfermedades que hace rato no están en el país. Si se pide
que se tire veneno, lo que hará el mismo es matar a un montón de fauna benéfica, como
abejas o depredadores naturales de mosquitos. Y, además, lo que hace el veneno es
matar a los adultos, no afecta a los criaderos cargados de larvas, por lo que, al día
siguiente, tenés nuevamente una nube mosquitos”, concluyó.