La demencia en tiempos de COVID-19 – Entrevista a Agustín Ibáñez -LATINOAMÉRICA ES UNA DE LAS ZONAS MÁS VULNERABLES


Agustín Ibáñez, investigador del CONICET y Director del Centro de Neurociencia
Cognitiva, alerta sobre cómo la desigualdad económica y el impacto de la pandemia
repercuten en los pacientes con demencia. A su vez, analiza posibles herramientas para
abordar el problema y resalta la importancia de fortalecer los sistemas sanitarios.
Magalí de Diego (Agencia CTyS-UNLaM) – Las restricciones de circulación que llegaron
con la pandemia del COVID-19 afectaron a todo el mundo, pero las personas con
demencia resultaron especialmente vulnerables y susceptibles a este contexto de
aislamiento social obligatorio.

Según la palabra del doctor Agustín Ibáñez, Director del Centro de Neurociencia
Cognitiva (Universidad de San Andrés), investigador del CONICET y Senior Atlantic
Fellow del Global Brain Health Institute (GBHI, UCSF, USA): “esta situación ha
impactado desproporcionadamente en los países con economías frágiles, como es el
caso de la mayoría de los estados latinoamericanos, y, en particular, en las personas
más susceptibles como, por ejemplo, en los pacientes con demencia”.
En un reciente artículo de investigación, Ibáñez, junto al Latin American and Caribbean
consortium on dementia (LAC-CD) analizó la situación actual en Latinoamérica y
posibles estrategias organizadas a nivel mundial para dar respuestas al problema. Para
el investigador, el sistema de salud de la región ya estaba muy debilitado,
heterogeneizado y fragmentado; y la pandemia recrudeció esta situación.
“El sistema de salud en Argentina es frágil y, por si esto fuese poco, está en una de las
regiones que tiene más alta prevalencia de demencia. Ante este escenario, el
coronavirus tiene un impacto particular sobre los sistemas sanitarios dedicados a la
demencia y genera disparidad entre los pacientes que tienen acceso a la salud y los
que no”, señaló el investigador independiente del CONICET en diálogo con la Agencia
CTyS-UNLaM.
“Salvo en excepciones, como en México, que hacen actividades restringidas para
pacientes con demencia, o en Chile, que tiene algunos centros especializados en
demencia para realizar telemedicina, la gran mayoría no tiene las herramientas para
afrontar esta realidad”, destacó Ibáñez.
Ibáñez detalló que “para el 2050, la prevalencia de la demencia a nivel mundial se va a
cuadriplicar y, para ese entonces, probablemente el 70% de la población mundial que
padecerá demencia residirá en Latinoamérica y África. Por eso es indispensable

desarrollar un plan coordinado que integre las acciones más globales, con las locales y
las municipales”.
Como los gobiernos por sí solos no cuentan con la suficiente fortaleza para abordar
este problema, el investigador sugiere dos grandes acciones para realizar a nivel
mundial. “La primera – explicó Ibáñez- requiere el desarrollo de métodos de testeo
masivo para poblaciones de riesgo envejecidas y para pacientes con demencia. Por eso
es tan valioso el desarrollo de tests accesibles y rápidos que puedan usarse
masivamente en los pacientes con demencia”.
“La segunda sería generar respuestas globales coordinadas a gran escala. En Asia, estos
abordajes regionales ya demostraron tener un impacto mayor. El grupo del G-20
comenzó a trabajar en esto de forma personalizada; pero hay que tener en cuenta la
heterogeneidad de la región latinoamericana a nivel político, económico y cultural,
pero, sobre todo, en cuanto a la salud”, agregó el investigador, también profesor de la
Universidad Adolfo Ibáñez.
Para el experto, el fortalecimiento de los sistemas de salud y de las herramientas que
dispone su personal resultan clave para realizar un acompañamiento adecuado en los
pacientes con enfermedades mentales.
“La telemedicina, una herramienta esencial durante el aislamiento, es muy limitada en
los hospitales de Latinoamérica. En muchos hospitales rurales, todavía no hay acceso a
Internet, por ende, no se puede brindar servicio de asistencia remota. En estas salidas
al hospital, obviamente, se expone al paciente”, apuntó el Director del Centro de
Neurociencias Cognitivas de la Universidad de San Andrés.
Pandemia y economías frágiles, un combo letal
“Si bien la demencia, por sí sola, no incrementa el riesgo de padecer COVID-19,
muchos de los pacientes tienen factores de riesgo que aumentan la posibilidad de
contagio: ser mayor de 65 años y poseer patologías previas como hipertensión,
diabetes o enfermedades cardiovasculares o respiratorias.
Sin embargo, los comportamientos relacionados con el deterioro cognitivo se pueden
convertir en factores de riesgo. Por ejemplo, en el caso de personas con Alzheimer u
otras patologías neurodegenerativas, pueden olvidar lavar sus manos o no tomar
precauciones en torno a la higiene para prevenir la enfermedad.
“A su vez, el riesgo de demencia se incrementa muchísimo con factores
socioeconómicos desfavorables. Estos factores de riesgo modificables explican más del
50 por ciento de la presentación de demencia en Latinoamérica y, dado que los países
se van a empobrecer durante la pandemia, el sistema de salud se va a debilitar y
dichos factores de riesgo se incrementarán”, alertó Ibáñez.

En una región disímil – ocho de los 20 países más desiguales del mundo son
latinoamericanos-, la población con menos recursos es la más vulnerable. “En el caso
de los cuidadores familiares que tienen que salir a trabajar- ejemplificó Ibáñez -, se
incrementa mucho el riesgo del paciente y ni hablar del estrés y la angustia vinculada a
saber que ese ser querido está expuesto al virus porque uno tiene la necesidad de salir
a trabajar”.
“Otro caso es el de los profesionales de la salud mental que, en muchas ocasiones, no
tienen los recursos de higiene necesarios: Brasil o México tienen niveles altísimos de
contagio en sus grupos médicos y, en particular, en los geriátricos hay un altísimo
porcentaje de infección”, agregó el experto en el campo de la neurociencia cognitiva y
social.
Ibáñez sugirió que “los cuidadores tomen pausas, desconecten un rato y busquen una
terapia de apoyo para lidiar con el estrés”. Además, recomendó la información que
brindan centros locales de atención a la demencia porque hay mucha información
sobre cómo abordar al paciente en estos tiempos.
“Respecto a los pacientes, precisamos que estos entiendan, según sus capacidades, los
cambios de hábitos para respetar las normas de higiene y de aislamiento físico. A su
vez, se debe evitar sobrecargarlos con información o acciones demandantes, para
prevenir los factores de ansiedad, estrés y angustia, tratando de seguir una rutina que
no altere mucho sus hábitos”, concluyó.

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