Un investigador de la UNLaM estudia los procesos de medicalización en el
sistema educativo argentino en el período de 1884 hasta 1940. En particular,
analizan las características del Cuerpo Médico Escolar y sus alcances y
desafíos en materia de sanitarismo e higiene.
Nicolás Camargo Lescano (Agencia CTyS-UNLaM)- Un investigador del Departamento
de Ciencias de la Salud de la Universidad Nacional de La Matanza estudia las perspectivas
históricas de los procesos de medicalización en el sistema educativo argentino, haciendo
hincapié en el final del siglo XIX y las primeras décadas del siglo XX.
“Lo que nosotros observamos es que la escuela no fue, únicamente, un espacio o lugar
donde se aprendía a leer y a escribir, sino que también fue un campo donde, a partir de
políticas estatales, la medicina ingresó para buscar mejorar la salud de los futuros
ciudadanos”, explicó a la Agencia CTyS-UNLaM Adrián Cammarota, investigador
adjunto del CONICET y líder del proyecto.
Como parte del trabajo de investigación, el investigador reconstruye el proceso que va
desde la sanción de la Ley de Educación 1420 de 1884 hasta la década de 1940, previo a la
llegada del peronismo al poder. El trabajo se concentra en lo sucedido dentro de Capital
Federal.
De acuerdo a Cammarota, la relación entre medicina, salud y escolaridad es mucho más
profusa de lo que se cree. “Uno de los pilares de la modernización fue la salud colectiva y
la fundación de la escuela pública. A partir de la sanción de la Ley de Educación Común en
1884 de Educación libre, gratuita y laica, la elite dirigente se propuso alfabetizar y
desarrollar la integración de los controles médico-sanitarios de los niños/as”, puntualizó.
“Durante la última parte del 1800, Buenos Aires tuvo enfermedades infectocontagiosas
como el cólera, la fiebre amarilla o la viruela que atentaban contra el proyecto de Nación
que había impulsado la Generación del 80. El problema con esto era que no se podía tener
ninguna Nación si se tenía a la población enferma o si las epidemias eran recurrentes”,
planteó el investigador, quien es Doctor en Ciencias Sociales.
En ese contexto, se empezó a constituir una burocracia médica que finalmente derivó en la
constitución del Cuerpo Médico Escolar (CME), fundado en 1886. “La escuela, permeable
a los nuevos saberes expertos de principios del siglo XX, contribuyó al proceso de
construcción simbólica de los cuerpos. Medicina y pedagogía se entrecruzaban para el
fortalecimiento de la raza. Así, el CME fue el mentor de los exámenes, la observación y
clasificación de los niños/as que poblaban las aulas de las escuelas”, profundizó
Cammarota.
Entre otras enfermedades, se prestaba particular atención a padecimientos como
reumatismo, tuberculosis, alcoholismo, demencia, cardiopatías, trastornos gástricos,
hepáticos y renales; epilepsia, sífilis, bocios, asmáticos, cáncer y, también, evidencias de
antecedentes de trastornos coléricos y nerviosos. “Los brotes esporádicos de las epidemias
de cólera, difteria y viruela despoblaban las escuelas y llevaban a la clausura de varios
establecimientos. A ello se sumaba la mortalidad infantil y la desnutrición”, repasó.
“El reglamento provisorio del CME, para entender el alcance de esta entidad, establecía que
los médicos escolares tenían la potestad de intervenir en todas las cuestiones relacionadas
con la higiene en las escuelas, brindar informes médicos o examinar a todos los niños.
También podían redactar una guía higiénica para los directores de escuelas, entre otras
intervenciones”, enumeró Cammarota.
Esas guías higiénicas o normas sanitarias podían incluir que se elaboraran libretas sanitarias
o fichas de salud individuales para controlar tanto vacunas dadas como antecedentes de
enfermedades o que se impulsara la importancia de la educación física. “Se buscaba
alfabetizar a las masas en los valores del sanitarismo, a partir de los niños, pero llegando a
toda la familia”, profundizó.
Por esas primeras décadas del siglo XX, también hubo un predominio de la denominada
eugenesia positiva. “En ese sentido, se crearon escuelas al aire libre y colonias de
vacaciones y escuelas para niños débiles, donde acudían chicos de sectores populares. Allí,
se los alimentaba y se los pesaba. Fue parte de una práctica que también terminó ingresando
en el ámbito escolar junto al discurso de higienismo y el sanitarismo”, remarcó el
investigador del CONICET.
Más allá de los esfuerzos y los trabajos del CME, Cammarota señaló que había muchos
problemas estructurales que jugaban en contra a la hora de cumplir los objetivos. “Uno de
los grandes problemas, por ejemplo, es que los edificios escolares distaban mucho de ser
acordes a las medidas higiénicas, por lo que, muchas veces, se convertían en foco de
contagio. En ese sentido, era fundamental las inversiones para mejores condiciones
edilicias”, puntualizó.
Otra de las problemáticas era la realidad social que los estudiantes tenían en su vida
cotidiana, más allá de la escuela. “Los estudiantes volvían a sus casas y la realidad era,
muchas veces, muy distinta a la escuela. Muchos de ellos vivían en conventillos, con varias
familias viviendo en pequeños espacios, y muchos niños debían trabajar para ayudar con
los ingresos. Y había cifras altas en cuanto a enfermedades, desnutrición y pobreza”,
analizó Cammarota, quien agregó que al escenario se le agregaba “una ausencia de una
cultura higiénica en las familias de los niños”.
Una cuestión de género
El experto señala que estudiar este período incluye también analizar la construcción de lo
femenino y lo masculino, tanto desde la perspectiva de la educación como desde la salud.
“Para empezar, una abrumadora mayoría de las personas que estudiaban Medicina eran
hombres. Las primeras médicas, como Cecilia Grierson y Elvira Rawson -médica
inspectora del Cuerpo Médico Escolar y vocal del Consejo Nacional de Educación, primero
fueron maestras, que era lo que se les permitía estudiar. Y, para cursar Medicina, tuvieron
que pedir permiso al Rector y tuvieron mucha resistencia de parte de sus familias”,
especificó el investigador de la UNLaM. Entre 1920 y 1930, se recibieron alrededor de 50
médicas.
En el plano de la salud dentro del ámbito escolar, el doctor en Ciencias Sociales señaló que
la división de tareas y roles era bien clara. “Las mujeres tenían una materia que se llamaba
economía doméstica, en la cual se les enseñaba a coser y a bordar. Pero no tenían educación
física, porque había temor a que se les dañe el cuerpo y el útero y eso entraba en conflicto
con el proyecto de Nación de poblar el territorio argentino”, concluyó Cammarota.